No importa cuánto pidas que el mundo sea justo, sabes que vives en un sistema corrupto.
Esperas respuestas o un juicio divino de un millón de invididuos con intereses ocultos que son tan obvios de predecir, algunos se llenan la boca prometiendo cumplir.
Crees que te sientas en las mismas mesas, que bebes los mismos vinos y que celebrarán juntos cuando hayan hecho de tu ciudad un desolado paisaje de fábricas donde el aire limpio se vende enlatado en repuestos desechables que llegan hasta la puerta de tu casa por suscripción.
Una ciudad donde los permisos para embotellar aire puro de la alta estratósfera se los dieron a los hijos de quienes hoy te envenenan.



Y los llaman héroes del progreso...
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