Opinión: Vivienda Comunitaria "La Borda" en Barcelona
Redactado para la materia de Proyecto Fin de Carrera, impartida por el Arq. Carlos Jair Placencia Vega
Me pareció una gran propuesta para rehabilitar espacios existentes para satisfacer la necesidad de vivienda para las poblaciones crecientes alrededor del mundo. En mi opinión, uno de los más grandes pecados de la humanidad como especie es el uso irresponsable del espacio, desde la concepción del suelo como propiedad privada que se puede canjear como vehículo de inversión hasta la corrupción que corre en las venas de gran parte de los funcionarios públicos del mundo.
La Borda trae a la mesa un esquema interesante para la administración de los espacios que trata de no ser partícipe en el podrido mercado inmobiliario global, con un acuerdo entre gobierno - administración - habitante, en donde las personas pueden ser dueñas del inmueble y vivir en él al máximo, pero no pueden vender ni rentar su unidad. En palabras que el mismo proyecto presenta en su página principal web: “Ni alquiler, ni compra. Nos basamos en un modelo de tenencia no especulativo que pone en el centro a sus habitantes.”
En mi ciudad Monterrey, están presentes en primera plana muchos de los síntomas del sistema capitalista y la sociedad industrial que se adueña del suelo y lo transforma a su voluntad. Esto es inevitable, pues su rápido crecimiento económico y poblacional se debe principalmente a las empresas que aquí realizaron sus actividades durante el siglo XX, en una época cegada por el incesable avance industrial/tecnológico que mira al mundo físico como un banco de materiales para el laboratorio de innovación humana. Empresas como Fundidora, Ternium, Cemex, Femsa, Vitro, incluso el Tecnológico de Monterrey forman parte de esta élite que ante todo regio inspira respeto e innovación; pero que llevaron al pequeño pueblo entre montañas y ojos de agua a el caos vial, hídrico, atmosférico y cultural que es Monterrey.
El centro de Monterrey -objeto de muchos nuevos proyectos de conexión, infraestructura, movilidad y servicios- es (entre muchos) el lugar perfecto para la implementación de un proyecto como el de La Borda. La mayoría de calles en su trazado reticular se encuentran en mal estado por falta de mantenimiento, limpieza e inversión pública. Uno de los más grandes problemas para esta zona es el abandono, que se hace notar a través de cientos de edificios cerrados, grafiteados, con sus acabados cayéndose a pedazos mientras las hierbas y el óxido carcomen la estructura misma que los forma.
Le Corbusier en su momento dijo que la casa era como una máquina para vivir, una frase que llena de admiración a la comunidad de arquitectos contemporánea, la cual a mis oídos suena ilógica y algo hipócrita. ¿Cómo es que alguien que se apodó a sí mismo como “el cuervo” puede ser tan ignorante como para negar la naturaleza caótica y cambiante del hogar, si los cuervos son tan hábiles arquitectos orgánicos?
Es momento de destituir el pensamiento modernista del siglo pasado que piensa en la sociedad humana y la tierra viva como las piezas de una enorme máquina cuyo único propósito es generar dinero. El siglo XXI trae un despertar generacional que nos empodera para hacer un cambio, por más sombrío que pueda ser el estado actual del planeta (el aire es tóxico, el agua es cada vez más escasa, el suelo es de alguien más, la comida contiene microplásticos, y cada día mueren incontables seres vivos), y adoptar esquemas como el de La Borda a nivel mundial. Así rehabilitando los centros muertos de las ciudades, dotando de vivienda digna a quienes históricamente han sido exiliados a las periferias metropolitanas.